Ese alguien, por pura lógica, tenía que ser Marie Luise von Wallarsee, condesa Larisch...Décadas atrás, el hermano mayor de la emperatriz Elisabeth, Ludwig, que estaba destinado a suceder a su padre Max en el título de duque en Baviera, había renunciado a sus derechos hereditarios para contraer matrimonio morganático con una actriz burguesa: Henriette Mendel. Henriette era ya su amante y le había dado dos hijos cuando ambos contrajeron matrimonio. El niño fallecería en la infancia. La niña, en cambio, creció para convertirse en una preciosa jovencita que, además, se distinguía por su talento como amazona.
La niña era Marie Louise von Wallarsee: Marie Louise creció indudablemente afectada por su condición de hija natural legitimada a raíz de un matrimonio morganático. Una de sus tías era emperatriz de Austria. Otra de sus tías había sido reina de Nápoles. Todos los parientes de su padre pertenecían a la realeza. Pero ella, sin embargo, llevaba un título de baronesa otorgado por pura cortesía y, en realidad, estaba muy por debajo de cualquiera de sus primas paternas en cuanto a rango.
De pronto, la tía emperatriz Elisabeth, aquella dama anticonvencional, se prendó de Marie Louise. Era muy guapa y montaba de maravilla, dos motivos para que Elisabeth decidiese llevarla consigo a la corte de Viena. Hay un tercer motivo que suena peor: a Elisabeth le gustaba provocar con sus actitudes a la estricta corte vienesa. Siempre había mostrado aprobación hacia la boda morganática de Ludwig y había fomentado su amistad con su cuñada plebeya Henriette en parte por "fastidiar" a la corte vienesa. Introducir a la hija de Ludwig y Henriette en la misma corte vienesa era un nuevo gesto obvio por parte de la emperatriz. Marie Louise, que de tonta no tenía ni un pelo, tuvo que darse cuenta. Y, probablemente, el agradecimiento y el amor hacia su tía Elisabeth se tiñeron de cierto rencor, un amargo rencor.
La protección de Elisabeth hizo que Marie Louise prosperase. Por designio de la imperial señora, la muchacha se casó con un aristócrata húngaro, el conde Larisch. Él era un tipo que le sacaba bastantes años, común y corriente tirando a anodino. Por supuesto, Marie Louise, temperamental y apasionada, no se sintió feliz con ese matrimonio arreglado. Lejos de, al menos, acoger con "resignación" el papel de esposa "casta y fiel", no dudó en buscarse sus amantes. Uno de los más duraderos fue precisamente uno de los aguerridos hermanos Baltazzi: Heinrich, al que solían llamar "Henry", a la inglesa. Se supone que los dos últimos hijos nacidos de Marie Louise y reconocidos por su esposo Georg conde Larisch, eran, en realidad, hijos biológicos de Henry Baltazzi.
La conexión de Marie Louise con los Baltazzi-Vetsera llevó a Mary a buscar en ella un apoyo. A fín de cuentas, Marie Louise tenía acceso a Rudolf: eran primos hermanos. La rumorología indicaba que Marie Louise se había acostado con Rudolf, al menos en alguna ocasión. Hubiese habido o no alguna clase de breve aventura puramente sexual entre los primos, lo relevante es que eran primos...y se trataban con frecuencia. Mary sabía que Marie Louise podía ser la persona que le facilitase el acceso a Rudolf.
¿Porqué se metió en el papel de alcahueta Marie Louise? Quizá le pareció un juego estimulante y divertido. Tenía que resultar "interesante", como poco, trazar el guión para que la muchacha con la cabeza llena de pájaros, que creía en amores eternos, etc, etc, se encontrase con un hombre que estaba de vuelta de todo, escéptico cuando no abiertamente cínico en muchos aspectos. Es probable que Marie Louise no tuviese ningún escrúpulo de conciencia. No pensó en lo que podía significar para Mary una aventura con Rudolf. Si saltaba a la luz el asunto, Mary arruinaría definitivamente su reputación y se irían al traste las posibilidades de casarse con el príncipe portugués. En otro orden de cosas, a la condesa Larisch no le pasaba inadvertido que su primo, después de haber destrozado su matrimonio con Stephanie contagiándole a ésta una enfermedad venérea cuyo tratamiento la había dejado estéril, seguía frecuentando a prostitutas. No sólo se acostaba con la prostituta Mizzi Caspar, su indudable favorita: había otras que compartían con él "actividades de riesgo". Un embarazo indeseado podía ser el menor de los peligros para Mary si llegaba a "consumar" su amor hacia Rudolf. Estaba también, latente, el peligro de una enfermedad "vergonzosa".
domingo, 17 de noviembre de 2013
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