Sin embargo...persisten dudas. La archiduquesa Catharina de Habsburgo, en su libro novela "La maldición de Sissi", se abona a la teoría del asesinato político de Rudolf, que habría costado también la existencia a Mary simplemente porque ella estaba en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Esa teoría del asesinato de Rudolf y Mary había sido previamente enunciada por la última emperatriz de Austria, Zita, viuda anciana de un primo segundo de Rudolf. Catharina, en ese punto, sigue la estela de su abuela paterna Zita.
La versión que proporciona Catharina resulta particularmente interesante. Según ese relato, Rudolf se habría enfrentado con el emperador Franz Joseph, en una tormentosa escena de despacho, a propósito de Mary von Vetsera. Lo que había enfurecido a Franz Joseph no había sido, desde luego, que su hijo Rudolf engañase a Stephanie con Mary. A fín de cuentas, Mary constituía ni más ni menos que el último nombre añadido a una larga lista de amantes transitorias del príncipe Rudolf. Pero Rudolf había tratado de darle otra orientación a su aventura con Mary, indagando acerca de una posible anulación de su matrimonio canónico con Stephanie que le hubiese dejado "libre". El nuncio papal en la corte austríaca, Galimberti, se había apresurado a informar a Franz Joseph. Y Franz Joseph no había perdido el tiempo, sino que había convocado de inmediato a su hijo.
En la discusión, tal y como la presenta Catharina, es Franz Joseph quien se impone a Rudolf. El príncipe comprende que no puede aspirar a anular su boda con una princesa belga por una simple baronesa de orígenes bastante controvertidos y pasado no tan claro como el agua pura de un manantial. Ante su padre, se compromete a romper sus vínculos con Mary. Sólo pide que se le deje pasar con ella una última noche de despedida en el pabellón de caza de Mayerling.
No cabe duda de que la jornada en Mayerling estaba prevista de antemano. Rudolf había invitado a numerosos amigos a cazar el 29 de enero: desde el conde Hoyos a su concuñado Philippe de Coburgo, esposo de la hermana de Stephanie, así como el príncipe Miguel de Braganza. Había invitado asimismo a su tío paterno el archiduque Karl Ludwig y a uno de los hijos de Karl Ludwig, el archiduque Otto. Los parientes Habsburgo rehusaron la invitación, por prudencia, al enterarse de que Mary von Vetsera estaría en el pabellón de Mayerling.
Esa forma de plantear el asunto parece indicar que Rudolf quería compaginar la jornada de caza con la despedida en privado de su amante. El 29, efectivamente, se lleva a cabo la cacería, mientras la baronesa permanece discretamente confinada en sus aposentos. Al acabar la sesión de tiro, Philippe de Coburgo toma el camino a Viena, pues esa noche se celebra una cena en el palacio imperial a cuenta del recientísimo compromiso de la hermana pequeña de Rudolf, Valerie, con el archiduque Franz Salvator, de la rama toscana de la familia. Rudolf había pensado asistir al evento de familia, pero, en el último momento, remite un telegrama a Stephanie, su mujer, indicándole que se encuentra mal a causa de un acceso de reúma; le ruega que excuse su presencia en el banquete.
Así que Rudolf y Mary se quedan en Mayerling a pasar la noche del 30 de enero. En la historia de Catherina, esa noche es utilizada por al menos dos hombres para introducirse en el pabellón y asesinar al príncipe. Éste, que permanece despierto leyendo, se enfrenta a los hombres que se acercan con evidentes intenciones de matarle; trata de defenderse usando una mesa a guisa de escudo, pero, entonces, le atacan con una espada, seccionándole los dedos de una mano, antes de dispararle a bocajarro. El ruído despierta a la baronesa, que acude rauda; por llegar allí en ese momento, se convierte en un testigo de un crimen a la que hay que silenciar...para siempre.
¿Ocurrió así?.
En la versión de Catharina de Habsburgo, Franz Joseph acepta el inmenso sacrificio personal de dejar que su hijo pase a la Historia como un asesino y suicida para proteger a su imperio de una verdad que quizá hubiese propiciado un terrible conflicto, una guerra. Si sucedió así, el dolor del padre tuvo que ser inmenso, pero, desde luego, también hería pensar que su heredero hubiese podido morir en un pacto de suicidio con la amante.
Según Catharina, la historia del suicidio se mantuvo gracias a una serie de manejos. Las cartas de Rudolf habrían sido meras falsificaciones, realizadas por expertos (¿porqué esos expertos se olvidaron de confeccionar una para Franz Joseph y otra para Gisela?, sería una pregunta interesante para planteársela, claro...). El cadáver se habría preparado con esmero, recubriendo la cabeza con un vendaje que impedía observar los orificios de bala y por tanto no permitía elucidar si las heridas coincidían con las derivadas de un suicidio. Las manos, sorprendentemente, aparecían cubiertas por guantes. A Elisabeth le llamó la atención, pero, de acuerdo con Catharina, también a la esposa del archiduque Karl Ludwig, María Theresa. María Theresa, una amable criatura, habría conseguido acercarse al cadáver de su sobrino político y le habría tomado cariñosamente las manos, para retroceder a continuación con el horror pintado en el semblante: había descubierto que le faltaban dedos en la mano derecha, mero algodón sustituía a los apéndices seccionados (lo cual no cuadraba con un suicidio; un suicida no se mutila previamente la mano derecha si es diestro, porque de hacerlo no puede empuñar la pistola para quitarse la vida...).
domingo, 17 de noviembre de 2013
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