jueves, 13 de junio de 2013

retrato de la adolescencia!

Tan pronto como cumplo mis 18 años, cuando ya comienzo enérgicamente a manejar mi nueva escoba.

Primeramente, fuera toda la gente vieja. Los viejos son aburridos y feos. No saben bailar ni saben divertirme; están siempre predicando prudencia y reflexión, y de estas eternas recomendaciones y amonestaciones de moderación estoy  fundamentalmente harto  y lo excluye mi recién formado  temperamento ardiente. Fuera, pues, los rígidos mentores, uno no necesita ser educado; como joven me es lícito hacer lo que quiera. Fuera, a una distancia respetable los confesores y consejeros, que aburrido tener que venir a este mundo a atarse a reglas religiosas y anticuadas que solo nos privan de los mayores placeres “sexo- drogas y alcohol, ¿Por qué no gozar de la vida, no tiene ningún otro sentido sino ese?. Fuera, y muy lejos, todos aquellos para los que hablar hay que hacer un esfuerzo casi espiritual.

Todos aquellos que no sepan contar anécdotas maliciosas, ni reírse, que asustados y tímidos se dejen estar en medio de una alegre reunión como si tuviesen dolor de vientre y bostezan de sueño, mientras los otros solo a medianoche comienzan a estar animados. No vayan a bailes, que no jueguen, no coqueteen con mujeres y hombres… no! Que no sean aprovechables para nada: en las reuniones intimas, en mi mundo de juguete, en aquellas arcádicas praderas de la frivolidad y la petulancia, están completamente fuera de lugar.

A mi lado, exclusivamente jóvenes desenfrenados; una alegre compañía que no eche a perder con una abobada gravedad el juego y las bromas de la vida. Si estos compañeros de diversión son o no de alta categoría, tienen una mala fama, y si poseen un carácter honorable a irreprochable, que importa!, se toma poco en consideración; tampoco necesitan ser excesivamente cultos ni  educados -la gente culta es maliciosa, y pedante  la educada-; solo les basta que posean un espíritu aventurero, que sepan referir anécdotas picantes y hagan buen papel en las fiestas. Diversión, diversión y diversión es lo primero y lo único que exijo de mi círculo íntimo de amistades.

Mi personalidad es así: yo amo el movimiento, la agitación y la excitación es mi verdadero elemento. Por el contrario, permanecer tranquilamente sentado, oír, leer, escuchar, reflexionar, y, en cierto modo, hasta dormir, son para mí insoportables ejercicios de paciencia. Sólo ir y venir, arriba y abajo y de un lado a otro; comenzar algo, siempre cosa distinta, sin terminarlo nunca; estar siempre ocupado, sin, a pesar de ello, aplicarme a nada seriamente; sólo percibir constantemente que el tiempo no se detiene; ir tras él, adelantársele, vencerlo en su carrera... Nada de comidas largas; sólo catar algunas galletitas; no dormir mucho, no meditar mucho; no pensar mucho; nada más que ir siempre adelante y adelante, en ociosidades, en cambio permanente.

Nada me satisface, me aburrirá mañana lo que apenas ayer me encantaba, solo con un perpetuo cambio de diversiones  puedo engañar mi nerviosa inquietud formada desde mi infancia.

Como ser humano poseo sin duda muchos dotes y mucho talento, pero, por desgracia, no tengo ni la voluntad de utilizar seriamente estos dones naturales, i de profundizar su valer y aturdidamente disipo mis capacidades para disiparme a mí mismo. “reflexionar” es una carga para mi impetuoso temperamento, todo pensamiento que no sea el que brota de repente significa para mí un esfuerzo, y mi naturaleza caprichosa odia toda especie de esfuerzo intelectual. No quiero más que juego, solo facilidad, no quiero ninguna molestia, ningún autentico trabajo, nada que exija paciencia y atención. Charlo exclusivamente con la boca y con el cerebro. Cuando me hablan escucho distraído y con intermitencias, no digo nada, no pienso nada, no leo nada hasta el final, como de un salto me aparto de todos los consejeros razonables, para unirme a mis gentiles amigos que piensan como yo. Solo se trata de gozar, solo de no ser perturbado por reflexiones, cuentas y economías. Vivir solo para los sentidos y no pensar en nada, moral de toda esta sociedad; moral de la adolescencia de este siglo XXI en el cual vivimos.

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